Estrella de Navidad III

Capítulo III: Riña de Navidad

La cena transcurrió sin incidentes, algo natural, pues ya tuvieron suficientes antes de la misma como para estropearle la noche al más alegre duendecillo navideño. Sophie y Howl habían tenido algunas palabras delante de un asustado Marco, un indiferente perro-moqueta y un… Calcifer deseoso de comprobar si era capaz de llegar al otro extremo de la habitación para hacerse con el abeto. No lo era, aunque nunca estaba de más probar, sabiendo que nadie iba a reñirle. Sophie estaba demasiado ocupada con su prometido, pues el intercambio de palabras había acabado siendo unidireccional en cuanto quedó patente que, por un lado, la chica tenía más sangre en las venas (más incluso de la que el mago había sospechado en un principio), y, por otro, que Howl estaba literalmente para el arrastre. Uno podía ser un mago temido y respetado por todos, pero eso no impedía que quedara reducido a poco menos que un ratón asustadizo delante de su futura esposa, si esta estaba lo suficientemente cabreada.
Esa noche, Sophie le había echado en cara su falta de tacto, su poca consideración y su tendencia a no limpiar la bañera después de haberla usado. Había desenterrado discusiones que el joven ya creía zanjadas y había conseguido convertir cualquier intento de disculpa de este en un "claro reflejo de su personalidad huidiza de todo lo que tuviera que ver con las responsabilidades y cualquier cosa que significara comprometerse". Si Sophie hubiera sido un dragón escupefuego, Howl hubiera sido un buen candidato a ser el "pavo quemado" de esas navidades, y, por supuesto, hubiera acabado en la basura para ser sustituido por otro pavo más flamante y menos carbonizado.
-Sophie… -trató de decir durante la cena en su noveno intento por aplacar la cólera de la chica… aunque, como Marco, se había quedado en blanco nada más pronunciar el nombre.
-Calcifer, deja de intentar coger el abeto –dijo la sombrerera, sin siquiera volverse para confirmar que sus sospechas eran ciertas.
-¡No estaba haciendo lo que piensas! Sólo me desperezaba… -contesto el demonio, evidentemente mintiendo.
Tras unos interminables diez minutos y un par de intentos frustrados de Calcifer de comprobar si, efectivamente, Sophie tenía ojos en la nunca, la cena concluyó oficialmente, y Sophie se largó por la puerta que daba a Market Chipping, sin apenas despedirse de Marco y Calcifer. Probablemente iría a ver a sus hermanas, presa de la frustración, o igual se limitaba a dar una vuelta.
Pero volvería. No le quedaba otra, dado el frío que hacía fuera. Howl tuvo que soportar la mirada de reproche de Marco antes de que este desapareciera escaleras arriba, posiblemente no muy contento con el devenir de los acontecimientos. Y, por supuesto, él tampoco estaba para nada complacido, posiblemente incluso menos que Sophie. Suspiró en la casi soledad del salón, maldiciéndose a sí mismo por empezar tremenda empresa. En esos momentos, la cosa más animada que había en la habitación eran las sombras proyectadas por el resplandor de Calcifer al moverse de un lado a otro, buscando la mejor postura para dormir.
-Calcifer –dijo de pronto el mago-. Ya sé que suena cruel, pero quiero que pongas el castillo en marcha.
-¿A estas horas? Pero si iba a ponerme a dormir… Además, Sophie salió por la puerta que da a las colinas, no podrá volver a entrar.
-Precisamente esa es mi intención. Si Doña Metelasnaricesentodo pretende saber que está pasando aquí, voy a tener que enseñárselo… ¡Pero necesito tiempo, y no quiero interrupciones! Con un par de horas bastará, igual vuelve por aquí tan tarde que ni se da cuenta.
A regañadientes, el demonio acató la orden y las patas mecánicas del castillo empezaron a desplazar la gran mole que constituía su estructura externa. Howl se puso su abrigo y giró el tirador de la puerta para desaparecer por ella raudo como una sombra.
A solas en el salón, Calcifer se estremeció. Al poco de haber puesto en marcha el castillo, algo había empezado a perseguirlo, y ese algo estaba lo suficientemente cerca como para poder engancharse a la entrada en el último momento.
-Howl se va a mosquear conmigo… -le dijo a Sophie cuando está entró por la puerta-. ¡Pero que conste que no fue idea mía dejarte tirada!
-Sois los dos muy considerados… -dejó escapar la chica, ya tenía bastante experiencia subiendo al castillo cuando este acaba de arrancar… más de la que le gustaría-. Bien –dijo, y se sentó en la silla que había junto a Calcifer-. Habrá que esperarlo, estoy segura de que todo esto merece una explicación.
De pronto, Sophie reparó en que faltaba algo en la habitación; Calcifer había dejado de intentar agarrar el árbol de Marco…
-¿Y… y el árbol?
-Ah… -bufó el demonio, frustrado como un gato sin ratones que cazar-. Se lo llevó él al salir. Espero que no pretenda hacer una hoguera o te juro que no me volvéis a ver el pelo por aquí.